EL INSTRUMENTO PRINCIPAL


Por Lila Musik


Durante mi adolescencia –no hace tanto… jeje- peleé por un par de años contra mis propias manos aprendiendo piano. Los dos primeros años fueron los más complicados al menos para mí, venía tocando guitarra y si bien la teoría se me hacía conocida, me costaba pasar lo escrito en el cuaderno a la realidad de las teclas. Recuerdo que a veces al salir de la sala de ensayo de la escuela de música me miraba en el vidrio de un negocio cercano y pensaba algo parecido a “Lila desastrosa… no voy a poder tocar ni una canción…”. Sin embargo, luego ya no me parecieron tan complicadas las escalas, ni tan lejanos los modos… estaba practicando.

Algo así nos suele suceder cuando estamos “practicando” la realidad de nuestra vida cristiana. Lo que leemos, decimos, ministramos, sonorizamos suena bueno… la cosa es cuando pasamos a la práctica.

Hay una frase que me suena cercana a estos detalles, seguro la conoces: “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón…” Es como si el profe te dijera “lleva cuerdas de más”, “calibra la guitarra”, “prueba el sonido antes”… caramba, a veces nos olvidamos que nuestro instrumento principal para alabar y adorar a Dios… es nuestro corazón. Porque, si te falta la voz o el instrumento para tocar, si te falta el equipo de sonido para manejar… qué te queda para dar? Estaría bueno que comencemos a practicar un poco más la vida real que Dios desea que vivamos. Como si practicásemos para quitar los “vicios” vocales o instrumentales, así ir sacando de nuestro corazón lo que no hace bien, una y otra, y otra vez. No es fanatismo, no es extremismo. Es vivir a pleno.

A veces nos mentimos a nosotros mismos –aunque no nos creemos del todo, je- diciéndonos que “soy muy sensible porque soy músico”, y por esa sensibilidad mal entendida a veces nos enrollamos en alguna cuestión, y seguimos llorando por cosas que pasaron hace tiempo, o nos volvemos desconfiados, nos alejamos de la gente, y seguimos resentidos, quejándonos… tal vez ahí haya que “calibrar” nuestro corazón. A veces nos oímos sonar tan bien, que comenzamos a ver los errores de quienes no suenan como nosotros, y comenzamos a opinar… y luego a quejarnos de lo mediocres que son los otros, y luego… luego terminamos creyéndonos la última “Freshy” del desierto, los Más Mejores –ja- y perdemos tiempo, perdemos amigos, perdemos… y ya nuestro corazón está “en 430”.

En estos tiempos de cambios locos, de crecer, de aprender, tendemos a “desafinarnos”, hay una lìnea bastante delgada entre la sensibilidad y la victimización, entre la crítica y la altivez, entre el deseo de superarse y el deseo de ser mejores y avergonzar al otro. Y si nuestro corazón no está “afinado” por el amor de Dios, ya sabes… seremos como una trompeta más, como una percusión más de tantas… como metal que resuena… si no tengo amor.

Es un buen momento para que, antes de sentarte al piano, o de abrir la compu para checar la grabación, o antes de ver la lista de canciones de la próxima reunión… hablemos con el Maestro, no? Tal vez haya que afinar el corazón.


No hay comentarios: